martes, 17 de junio de 2008

Junio


8 de junio 2008
NAVALESPINO
El Cerro- Perdiguero-Prado La Fuente
Dehesa de melojos, máquia de jaras y bosque de ribera.
11:00h 17ºC



Tras un invierno inusualmente seco y cálido el final de la primavera, se ha despedido con constantes lluvias y agradables temperaturas, que han favorecido una explosión de flores.
Entre el caserío de Navalespino sobrevuelan bulliciosos los vencejos, los aviones comunes y las golondrinas, que se afanan en sacar una segunda puesta, también andan en ellos los estorninos, aprovechando la abundancia de insectos de un año tan benigno. A la sombra de las tapias, asoman las manzanillas.
Los prados colmatados de hierba, se salpican de florecillas, de dientes de león, de campanillas azules, margaritas, cabecillas,… que ondean al viento, entre los troncos retoñados de los álamos negros ( Ulmus minor) que se aferran a la fuente, donde croan un par de ranas y revolotea juguetones, verdecillos y jilgueros entre las ramas florecidas del escaramujo (Rosa canis)
En los prados de bardas donde se adehesan los melojos, todavía se muestran exultantes las campanillas azules y los gamones con sus deslumbrantes flores blancas. Entre el verde intenso que han adquirido ya sus hojas, destaca el amarillo intenso del plumaje del macho de la oropéndola, que ha instalado en estos pagos sus pequeño cuartel de verano.
En los bordes del camino, el nocturno tejón (Meles meles)su característica letrina, llena de restos quitinosos, mientras entre las flores del cardo revolotea la Aporia crataegi. En la tapia, donde verdea húmedo el musgo, florece el carnoso ombligo de Venus.
Los cielos de azul inmaculado, surcados por una pareja de buitres leonados mecen los berceos que se encaraman a las rocas.
En el borde, peñascal de gneis golpeado por los vientos furibundos, donde en los pilacones quedan restos de las aguas de las últimas lluvias, la vida es muy dura, la vegetación se achaparra y muestra adaptaciones especificas, engrosa sus tallos para conservar el escaso agua que no le arrebata el viento, como los sedum o se cubre de diminutos pelillos blanquecinos que reflejan la insolación como las vellosillas o se retuercen en doloroso gesto como los jabinos rastreros (Juniperus communis).
Al fondo la sierra de Gredos de dibuja azul en el contorno verde del Cofio. Allá donde verde el pasto irrigado por los hilillos de plata de las regaderas pronto será segado como heno. Verdean con fuerza los chopos, y los fresnos, y los sauces, que se aferran sobre el cauce engulléndolo y liberándolo poco más abajo. Allí donde canta el chochín y el ruiseñor, donde grazna el rabilargo y se esconde el petirrojo, todavía se mantienen algunas flores de los sauces que no arrastro el viento junto a la poza, donde desde una rama a pocos palmos del agua, observa atento el martín pescador. Como inmensos pelucones verdes, retoñan las macollas de carices o los largos tentáculos plumosos de los ranúnculos enjaezados con sus delicadas flores blancas.
Eso es allá en el valle, pero ladera arriba, por donde asciende el zorro, el jaral ha estallado en blanco, se ha cubierto de flores blancas maculadas con cinco llagas púrpuras como pagando por la lujuria de su floración. Cantuesos, incluso las retamas y piornos, lucen todavía la mayoría de sus flores amarillas. Los tomillos aceituneros también se unen a la orgia de colores, de olores, que se elevan hasta allá, allá donde otea en círculos el milano negro, recién llegado de sus periplo africano. Desde el camino que desciende del cerro, la perspectiva del pequeño núcleo, condensado en sus calles prietas y abierto hacia su era, que parece como colgada, suspendida, en el firmamento. Bajamos entre las dedaleras en flor por los eriales antaño tierras de labor donde florece la santonina (Santolina rosmarinifolia) y el escaramujo, entre los que sobrevuelan las collalbas grises y los pinzones, las lavanderas blancas que se encaraman a lo alto de la pared del prado, donde triscan a placer un hato de limusines con sus crías recién nacidas. En el albañal cubierto de arena, a un lado del camino, ha florecido el beleño.