Reconéctate a la naturaleza
Pasear lentamente por el bosque sintiendo cómo el suelo cede
suavemente bajo los pies cual acogedora alfombra; el suave frescor de la sombra
que eriza nuestra piel; el aroma balsámico de los pinos, de las jaras, de los
cantuesos; el trino melodioso de los pinzones, herrerillos, carboneros; el leve
crujir del viento entre las copas; el apabullante colorido de la bóveda
forestal que parece moverse con una lentitud imperceptible pero del todo cambiante;
la frescura del agua que brota en el manantial…
Tan sólo rememorar estas sensaciones hace que nuestra mente quede
atrapada, que se produzca una relajación de nuestro cuerpo, nuestras
pulsaciones se acompasen y que transcurridos al menos treinta minutos, nuestros
niveles de cortisol, la hormona del estrés, se reduzca en saliva. Y eso que aún
no hemos entrado en el bosque.
Desde hace años ya sabíamos que el verde, era un color relajante,
por eso las batas de los cirujanos o los quirófanos se pintaban de verde. Ya se
intuían los beneficiosos efectos de la naturaleza en la salud y el alma humanas
cuando se creaban sanatorios en las montañas o se recetaban baños de sol; o su
inestimable ayuda para ordenar las ideas, como descubrieron los místicos y
anacoretas que se refugiaban en el interior de la natura, para encontrarse a sí
mismos.
Durante la década de los ochenta, la crisis económica mundial se
cebó principalmente con Japón y pronto se extendieron, como una epidemia, los trastornos
obsesivos compulsivos, las depresiones y hasta un gran número de suicidios.
La Agencia Forestal Japonesa de Bosques, consciente de los
beneficios que disfrutaban a diario en sus experiencias en el bosque,
decidieron compartirlas con el resto de la ciudadanía para combatir esta
terrible plaga.
Estas incursiones
en la naturaleza, o shirin-yoku (literalmente baños de bosque) facilitaban
entrar en contacto con los efectos beneficiosos del bosque.
Estas incursiones en la naturaleza, o
shirin-yoku (literalmente “
baños
de bosque”) facilitaban entrar en contacto con los efectos beneficiosos del
bosque y el contacto con los árboles de una manera segura y adecuada a todo el
mundo. Basándose en su propia tradición cultural, el budismo y el sintoísmo,
establecieron una serie de propuestas encaminadas a propiciar estos beneficios
y una serie de itinerarios forestales más propicios.
La propuesta tuvo tanto éxito que desde el 29 de julio de 1982
está reconocida como terapia por el gobierno japonés.
Poco a poco ha ido conquistando países industrializados como
Australia, Corea del Sur, Francia, Alemania o Estados Unidos, donde el nivel de
estrés y ansiedad de la población era preocupante.
El paraíso europeo
Sin embargo, hoy miramos con más atención que nunca hacia estas
prácticas: España junto con Portugal somos el país de la Unión Europea que más
ansiolíticos, sedantes e hipnóticos consume, y precisamente en la pandemia de
la COVID-19 ha aumentado hasta un 15% su consumo.
La Unión Europea también alerta que la contaminación es la
responsable de 400.000 muertes prematuras al año.
Y los educadores nos alertan del llamado déficit de naturaleza del
que ya nos hablaba Richard Louv en su libro “Last child in the Woods” que
afecta a un número cada vez mayor de la población infantil.
Estas experiencias empíricas que todos podemos sentir al
introducirnos en un bosque de manera controlada y segura, se han intentado
cuantificar mediante diversos estudios.
Primero fue el Doctor Yoshifumi Miyazaki, profesor de la universidad japonesa de Chiba, quien
demostró que la exposición a los efectos benéficos del bosque reduce la
concentración de cortisol en nuestra saliva, asociado a niveles de estrés y de
ansiedad, y también reduce el ritmo cardíaco y la presión arterial.
Su sucesor el profesor Qing-Li, agregado del Departamento de Salud
Higiene Pública de la Nippon Medical
School, verificó que con estancias de tres días en la naturaleza se lograban
aumentar los niveles globales de células NK (natural killer) encargadas de la
identificación y destrucción de las células cancerígenas.
La compañía de DKV Seguros
publicó un informe en 2017, Baños de
bosque, una propuesta de salud, en
el que asegura que “el contacto con la naturaleza reduce la mortalidad, la
morbilidad, mejora la salud cardiovascular, tiene un efecto positivo en la
obesidad, así como en la salud emocional y psicológica.”
“las
concentraciones de monoterpenos por debajo de la copa de los árboles tienen
efectos positivos en la salud humana”
Recientemente, Albert Bach,
Institut
de Ciència i Tecnologia Ambiental de la Universitat Autonòma de Barcelona
(ICTA-UAB), ha estudiado la presencia de monoterpenos, las sustancias
comunicativas y defensivas que emiten los árboles y que están vinculadas a los
efectos beneficiosos sobre nuestra salud en los bosques mediterráneos. Asegura
que
los monoterpenos tienen sus máximas
concentraciones en las partes bajas de los árboles durante los meses de julio y
agosto, y entre las 6 a las 8 horas y de las 13 a las 15 horas.
Durante su comparecencia aseguró que “las concentraciones de
monoterpenos por debajo de la copa
de los árboles tienen efectos positivos en
la salud humana” y “producen efectos de relajación en el organismo, bajan las
hormonas del estrés, tienen propiedades anti-inflamatorias y neuroprotectoras y
antitumorogénicas. No curan el cáncer pero ayudan a aumentar la actividad de
las células NK que son nuestro ejército para combatir virus, bacterias y
patógenos”.
Según el último inventario forestal tenemos 7.500 millones de
árboles repartidos en 18 millones de hectáreas,
el segundo país con más superficie de la Unión Europea, tras Suecia.
Ante este panorama, los baños de bosque son una más que
recomendable alternativa para reconectarnos con la naturaleza, regresar como el
hijo pródigo a la que siempre ha sido nuestra casa y reconciliarnos con ella.
Regresar al bosque, es como entrar de nuevo en la cama de tus padres, durante
la tormenta, y reconocer el olor y el calor de ellos, que producen un agradable
efecto, de entre ellos nunca nada malo puede pasar.