lunes, 11 de febrero de 2008

ENERO


27 de enero 2008
LA PARADILLA
Camino del Prado la Villa de abajo
Encinar degradado en enebral y jaral sobre gneis galdulares.
10:00h 10ºC

Tomamos el suave sendero que se adentra por la falda del valle. Sube poco a poco la temperatura mientras la cellisca se mantiene a la sombra. Junto a la cija donde sestean unos gatos entre los terneros rovilotean los jilgeros, los verderones serranos o en lo alto de un enebro canta su estrofa el escribano montesino con su negra bigotera. Currucas jugetonas juegan entre los brotes nuevos y los encarnados fustes de las jaras.
Husmean los perros ladera abajo, perros y escopetas entre el jaral enmarañado. Campean tras las huellas del macizo jabalí o en busca del dueño del cagarrutero de conejos, a la vera del camino. Perezosas anda la oruga y la pequeña mariposa en el borde del camino.
En la majada, entre los terricolas montoncillos del topo, abiertos para ventilar muy de mañana sus andanzas nocturnas, trisca impaciente una vaca, de estampa antigua, con la natura inchada y húmeda, que busca postura para dar a luz al ternero.
En el arenal del camino, alli donde lo retuvo el agua, anduvieron con buen tino el zorro, el jabalí y el ternero, más no se bien quien anduvo primero.
La tapia que juarda la dehesa de cascajo y bellota nevada, oradada de ratones que encuentran aquí su morada o cementerio de cardos secos, junto al tufillo del zorro hambruno que al trote recorre estos pagos.
Dentro el pasto dorado de la mañana se extiende bajo la ramada sombria de la caparra, de aca para alla, ruidosos y parlanchinos los rabilargos, buscando en pareja para confeccionar su nido y parando llegado el caso, en el pilón, a beber agua.
Regresan a buen trote los perros a la llamada y en el arroyo que baja remansado, verdean las acuaticas y junto al pecio de una cañuela revolotean submaninas las noctoretas. Entre las piedras pulgas rojas y alarmadas saltan prestas algunas pequeñas ranas.
Las altas cresterías del San Benito se llenan ya de luz y blanquean aún más los grandes lunares de cuarzo de los gneis glandulares, de tonos rojizos, grises y negruzcos, que salpican el camino.
A la vuelta de la loma, aparecen de nuevo las siluetas del caserio del la Paradilla, rodeada de harrenes avndonados, que antaño doraban la espiga del pan, y ahora crían gruesos y hermosos enebros.

No hay comentarios: