miércoles, 26 de noviembre de 2014

Viaje a la Indochina mítica




 
Acompaña a nuestro guía favorito en una de sus aventuras en busca de la vieja Indochina. Revive el pasado colonial de una de las regiones más hermosas del planeta, su naturaleza, su cultura, su gastronomía… Recorremos los pueblos más inhóspitos de las montañas en busca de las etnias más fantásticas, nos adentraremos en las bahías más fabulosas, esculpidas por milenarios dragones, cruzaremos selvas en busca de los templos perdidos, navegaremos por el Mar de la China o nos adentraremos por las calles de ciudades milenarias llenas de bullicio, colores y aromas. Ven a pasear bajo la luz de la luna por las ciudades imperiales o remonta el río del Perfume en busca de su increíble pagoda.
Una región capaz de evocar miles de sentimientos y pasiones que ha enamorado a todos aquellos viajeros que se han aventurado a adentrarse.
Ahora, enamórate tu también a través de nuestras crónicas,  en exclusiva, para nuestros amigos de Facebook y Twitter para vivir con nuestro corresponsal un viaje inolvidable.
 
 
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martes, 30 de septiembre de 2014

La Berrea en la Dehesa

Macho en plena berrea


El cielo comienza a tomar tonos plomizos, desterrando a los violáceos recuerdos que dejó la noche sobre el encinar, todavía velado por las nieblas, que se aferran como los recuerdos, en la profundidad de los valles. Ahora la temperatura ha descendido a mínimos y el aliento se muestra ante los ojos como una exhalación de vida densa y pesada.
El silencio, el olor a tierra húmeda, el rocío de la mañana... se estremecen cuando el señor de la dehesa, rompe de nuevo el viento con su profundo canto. Estamos en berrera. Alzan el vuelo los bandos de torcaces y la piara de la vieja cochina recoge su camada rumbo a la negrura del jaral.
Nervioso, notablemente desmejorado, con la testuz a media altura, reúne ansioso a su harem de hembras despreocupadas, afeado por la maneras, pues abundan los mordiscos y empellones, mientras sigue clamando al cielo su masculinidad, barritando la presencia del peligro.
En lo profundo del bosque, comienza a mecerse lentamente una percha, una gran cornamenta que se hace visible antes de emerger, heroico, erguido, el gran ciervo. Su simple estampa es sobrecogedora, altiva, regia. Con su vientre oscuro, oloroso, se acerca al claro, mientras que el viejo señor, hace sus últimos esfuerzos para levantar su cabeza y exclamar con un berrido...desgallitado, afónico. La temblazón de sus piernas pugna por sostenerlo.
El nuevo macho se acerca al medio del claro y alzando la garganta al alba, rompe de nuevo la calma. El berrido es profundo, prolongado, altivo... es el reclamo del nuevo rey por su corona. El viejo, se niega a abdicar, se aferra sobre sus cuatro patas, dispuesto a la pelea.
El joven aspirante, le rodea, le huele, le observa... pasea con paso firme midiéndose desde la distancia y cuando le tiene a penas unos metros, le berrea en su misma cara.
Por un momento, el tiempo se detiene en la campiña y se quiebra en fugaz tumulto, patas que rompen el suelo, bramidos, aliento perdido, golpes, astas que golpean, se entremezclan, polvo... y de pronto, silencio. Ambos jadean, prólogo de la siguiente embestida. Sus cuellos se tensan, su cuernas se abrazan y su furia brama. El viejo macho pierde los pies y rueda por el suelo, se cubre de tierra y le cuesta trabajo levantarse, se habría quedado allí, tendido, si el nuevo rey, el joven ciervo, no le hubiese alzado de una certera cornada.
Renqueando, con una cojera visible, parte cabizbajo el viejo señor de la dehesa, mientras, es perseguido hasta las puertas del ring por el nuevo aspirante que arrogante, se emplaza en el medio de la pradera y grita a los cuatro vientos quién es el nuevo señor de la dehesa.
En el destierro de tomillos y cantuesos, olvidado de las glorias entre el áspero jaral, el viejo venado verá llegar poco a poco a las Parcas, la herida es fea, las fuerzas escasas y su orgullo ultrajado.
No tardará mucho, quizás un par de días, en invitar al festín a los grandes viajeros del cielo, al sobrio buitre negro, él de cabeza azulada o a la tropa de generales de cuellos orlados que en un santiamén, dejarán en el jaral apenas, el blanquear de unos huesos y una corona mellada, de aquel rey destronado que ataño, gobernara en la dehesa.
Hembra con la gabata del mes de junio, pues luce todavía las manchas características.
Macho de gamo, con frecuencia se adelanta la ronca de estos cérvidos solapándose con la berrera.
Esta hembra acompañada de su cría del mes de abril o mayo, pues ya ha perdido su típicas pintas.


Macho que luce su espléndida cuerna para rivalizar por los favores de su harem.


La hembras son menos corpulentas que los machos y mochas, también llamados orejonas por los monteros por sus grandes pabellones auditivos que destacan con respecto al tamaño de su cabeza.


miércoles, 2 de julio de 2014

NOCHES DE VERANO



Desde el principio de los tiempos la oscuridad ha producido al ser humano una sensación de desasosiego, de misterio, dónde los sonidos crecen al albor de la imaginación, desvelando nuestros propios miedos y anhelos. El mundo de la noche con sus curiosos habitantes se nos oculta al temor de una realidad, a la  que nos negamos a abrir los ojos. Pero no es menos cierto, que al caer la noche, el bosque se llena de nuevo de vida, y unos actores sustituyen en sus papeles a otros dispuestos a representar una función ignota.
La oportunidad que nos da nuestro astro la Luna, cuando estas tibias noches veraniegas, baña con su luz las florestas, es una ventana sin igual para asomarnos al mundo de la noche y de sus moradores. La última hora tras el ocaso viste de colores imposibles el horizonte, mientras poco a poco comienzan a surgir los primeros luceros que tachonan el cielo.
La actividad de muchos animales comienza ahora su frenético divagar, lejos de la mirada del ser humano. No todos los animales que tiene hábitos nocturnos podríamos decir que lo son, muchos de ellos, habitúan a ser más diurnos en lugares donde la presión humana es menor, pero aquí lo hacen bajo el cobijo de la sombras, para protegerse de la ira de los hombres. Animales como el lobo, en nuestra península, apenas si aúlla y su actividad es mayoritariamente nocturna, mientras que en Alaska, son más ruidosos y sus andanzas son muy a menudo diurnas.
Otros sin embargo, son especialistas de estas noches. Llegados desde África pasan la noche cosechando insectos y mosquitos, algunos tan extraños como los chotacabras,  que cantan sus romances con estrofas que jamás atribuiríamos a un pájaro y sí, quizás, a un semáforo. Otros residentes, aprovechan igualmente estas veladas perfectamente adaptados a la oscuridad, los murciélagos, captan a sus presas por ultrasonidos que son capaces de percibir de mil y una maneras, dando lugar a una diversidad de tamaños y formas asombrosas.
Si hay un señor de la noche ese es, el Gran Duque, el Búho Real y sus lugartenientes: mochuelos, cárabos, lechuzas… que pueblan nuestros bosques, caseríos y ciudades en busca de roedores e insectos. Su sigilosa presencia pasa desapercibida, salvo por el monótono y repetitivo kiá del autillo que sale de los sotos y parques.
Nocturnos cazadores tienen ahora la oportunidad de recorrer sus pagos, la garduña o la gineta aprovechan el descuido de muchas aves que dormitan ahora en ramas bajas, para encaramarse y dar buena cuenta de ellas o de sus nidos, sin despreciar la oportunidad de algún ratón de campo o entrar por la portezuela de un gallinero. Menos sigilosos es el guerrero del antifaz, el tejón que se muestra ruidoso y confiado rebuscando entre la hojarasca sus preciadas lombrices o saboreando con fruición los sabrosos frutos estivales, sabedor del temor que su fiereza despierta sobre el resto de los habitantes del bosque.
Fiereza es un apelativo no siempre bien empleado con este otro personaje, el jabalí, demonizado por generaciones de monteros y que durante las largas noches, recorre los campos a trote cochinero, en busca de raíces, tubérculos y pequeños mamíferos que echarse a su boca. La ausencia de grandes depredadores, hacen que el control de su población en muchas regiones deba hacerse de manera urgente, pues buscan alimento en granjas y cultivos, causando graves daños a las comunidades.
Una miríada de insectos abandona durante estas horas su cobijo, bajo la hojarasca y troncos caídos del bosque. La araña Lobo aprovecha la oportunidad para salir de su madriguera y campear en busca de alimento. Otro que se alimenta durante estas noches cálidas es nuestro escorpión ibérico, el alacrán, pariente de nuestras arañas que pasa los soleados días veraniegos, al cobijo de piedras y troncos.
Algunos oficios aprovechan el suave descenso de las temperaturas para mantenerse activos, cuando un ejército de roedores: musarañas, topillos, lirones, ratones… aprovechan para auscultar hasta el mínimo rincón del campo. Esta es la víbora hocicuda, que espera pacientemente el paso de uno de estos incautos para asaltarle con su mortal picadura que hará efecto pocos segundos después. Pacientemente dislocara su mandíbula para ingerir su presa. Con la tripa llena, pasará varios días a refugio, hasta que vuelva a tener hambre.
Caminar bajo la Luna es un placer desconocido, que reporta múltiples sorpresas. Sensaciones como recorrer los espaciosos pinares de la sierra teñidos de plata, observar como las largas sombras azules tiñen de malva el robledal o las estrellas palpitar en una bóveda inmensa, nos trasladan al origen de los tiempos, en el que él ser humano, todavía estaba en comunión con el lugar que le vio nacer.



martes, 6 de mayo de 2014

La Lastra, el pueblo de la la ultima mujer lobo
















Imagen de la espadaña dela iglesia derruida de La Lastra.


En el nudo que forma la sierra de Guadarrama con las crestas de Malagón, a escasos kilómetros de la capital, quedan lugares donde habitan misterios insondables o enigmas que siguen atrayéndonos,  generación tras generación; y el despoblado de La Lastra es uno de ellos.
Una pequeña población de montaña, habitada por campesinos dedicados a la ganadería y a la agricultura que bien a su pesar,  siempre estuvo marcada por el dedo de la superstición. Cacerías de brujas, extraños sucesos, hasta licantropía sucedieron entre estas paredes ahora arrumbadas y abandonadas.
A caballo entre dos provincias: Madrid y Ávila, hasta en eso fue especial, la mitad del pueblo se empadronaba en Santa María de la Alameda y la otra mitad, en Peguerinos, pues la división judicial parte el pueblo en dos, cruzando por la misma puerta de la iglesia, cuya espadaña malograda es el único vestigio en pie.
Algunos de sus habitantes parecen no querer irse, realizan sus tareas, pasean en sus habitaciones o esperan sentados en el quicio de la puerta a que regresen sus seres queridos, y se repiten con cierta frecuencia estos episodios de entes que quedaron atrapados entre los restos, hoy sepultados por la vegetación y el abandono.
En las noches de luna llena, cuando el paramo aparece límpido, azul, sólo perturbado por la voz lúgubre del cárabo, es fácil de imaginar las hordas de fanáticos, antorcha en mano, que acudían de otras poblaciones en busca de brujas. Brujas, que decían con completa convicción, acudían a estas rocas, a estos mismos prados, a bailar desnudas y realizar sus maléficos sortilegios las noches de aquelarre.
Aquí el sociólogo y abogado criminalista Bernaldo de Quirós, descubrió en los primeros años del siglo XX una mujer licántropo, que ejercía el oficio de la usura entre sus vecinos y el de mendiga en los pueblos aledaños. Decían que llegando el celo del lobo con los fríos del invierno, pese a su avanzada edad, se echaba al campo y se rasgaba las ropas, e incluso, había llegado a morder  al ganado. Y que era cuando se le pasaban estas fiebres, que acudía de nuevo al pueblo y ejercía como una más de los vecinos.

Todas estas y historias y muchas más las conocerás  en nuestra senda el Camino de La Lastra, este 7 de junio(Necesario reserva previa en enriquegarcia.natursierra@gmail.com) o este jueves 8 de mayo a las 22:30, Ruta 179: Santa María de la Alameda,  en Telemadrid. Si deseas conocer nuestra comarca tienes a tu disposición varias sendas en nuestros "Caminos y Sendas" y próximamente programaremos algunas de ellas para disfrutar en grupo.
Ruinas del despoblado de La Lastra

Algunos procesos naturales, pueden tener apariencias paranormales.

Imagen de la grabación del programa para Telemadrid.




Desde Natursierra, agradecer al equipo de grabación su simpatia y paciencia.


miércoles, 5 de marzo de 2014

Los Buscadores de Cajas


Los investigadores Carolina Remacha y Javier Pérez Tris de BCV
El robledal de La Herrería presenta ahora un atractivo sin igual. Se nos presenta húmedo, verde, esponjoso, tierno y el paisaje nuboso de estos días de finales del invierno, nos anticipa ya, con las primeras flores, la inminente llegada de la primavera. Pero en estos troncos cubiertos de líquenes y musgos, ahora podemos ver con claridad esos pequeños habitantes alados, que llenan de música las mañanas soleadas. El regordete agateador, el sin igual trepador azul, el parlanchín carbonero, el pequeño herrerillo, el delicado mito, el esquivo arrendajo, la silenciosa paloma torcaz, los enamoradizos cuervos… una miríada de individuos que son más presentes en esta época, que en ninguna otra, por la escasez del refugio que les otorgan las hojas. Ahora que las reservas están bajo mínimos y algunos, andan preparando las maletas para el viaje de regreso a sus cuarteles de cría, se vuelven quizás más irreverentes y confiados, desatendiendo a la prudencia.
Nos acercamos a dos personas que andan sacando cajas-nido de un vehículo. A poco que uno mire hacia arriba, verá buen número de estos artilugios que cuelgan como paquetitos de navidad, de las ramas medias y bajas de los robles.
Caja-nido utilizada en el estudio

-“Son cajas-nido para el estudio - nos comenta Javier Pérez Tris, Codirector del Grupo de Biología  de Conservación de Vertebrados, de la Universidad Complutense de Madrid- de enfermedades sanguíneas como la malaria aviar. Para ello nos anticipamos a la llegada de las aves para repasar y comprobar las cajas-nido. En un bosque maduro como este, no son necesarias, pues los árboles proveen de buen número de escondites para las aves. Pero un grupo de ellas, que nos visitan cada verano como el papamoscas cerrojillo o el herrerillo, sienten predilección por estas cajas. Ellos sufren durante la época de cría el acoso de unos pequeños mosquitos, que transmiten algunas enfermedades sanguíneas a las aves”.
Tras la picadura los insectos suelen posarse en el techo de las cajas, y aprovechando la circunstancia nuestros investigadores colocan precisamente ahí, una lámina pegajosa donde estos quedan adheridos.
El Plasmodium relictum, causante de la malaria aviar, se reproduce sexualmente en el interior de la hembra del mosquito y termina hospedándose en un ave, cuando el mosquito infectado se alimenta de la sangre de los pájaros, actuando como diseminador de la enfermedad. Esta puede causar la muerte de los individuos, si no han desarrollado defensas a la enfermedad.
Caja nido blindada anti-depredadores
Si deseas combatir a un enemigo, lo mejor será que sepas lo más posible de él. Para ello se estudia su ADN para identificar la multiplicidad de familias, que antes se pensaba, eran sólo unas pocas que son capaces de transmitir estas enfermedades.
La labor de campo siempre es tediosa, rutinaria y la cantidad de los factores de los que depende, también la hace terriblemente impredecible.
Las anotaciones de Carolina Remacha, van en otro sentido, controla como la ubicación de las cajas-nido en zonas recreativas, de transito, paso de vehículos,… afectan a la decisión de las aves de tomarla como vivienda, o a su éxito reproductivo si se deciden a instalarse en ellas.
Numeradas con letras y números, estas cajas-nido donadas por el Ministerio de Medio Ambiente, esta temporada aparecen reforzadas con una placas sobre la apertura de la puerta, para proteger del afilado pico del pico picapinos y pito real, las polladas del muestreo.
-“Se ha pensado en colocarles, una pequeña prolongación en la apertura y blindarlas con una malla a prueba de pájaros carpinteros, pero a mitad del estudio no se pueden cambiar las condiciones de la prueba”.-nos comentan-. Las garduñas, habilidosas, aprovechan para introducir la zarpa y sacar alguno de los polluelos durante la noche.
Él es delgado y habla con apasionamiento de su trabajo, ella más tímida, recoge su cabello con una coleta, visten ropa de campo e intuimos que el cargado maletero es propiedad de uno de ellos. Pertenecen al Grupo de Biología  de Conservación de Vertebrados de la Universidad Complutense y pese a ser un domingo y amenazar lluvia en cualquier momento, ahí están, al pie del cañón.
Desde Natursierra queremos recordar que la ciencia y la protección de nuestro entorno es cosa de todos y utilizar nuestro pequeño altavoz para dar a conocer el trabajo silencioso y desconocido de nuestros investigadores y agradecer a Javier y Carolina su colaboración y dedicación.


Más información sobre el Grupo de Biología  de Conservación de Vertebrados en www.ucm.es/bcv

Carbonero común

Bosque de La Herrería

Papamoscas cerrojillo

Trepador azul