miércoles, 6 de abril de 2022

Viviendo la dehesa


 

 

 

 

 

 

 

 

Pasa inquieta la piara de jabalíes ante nuestro coche perdiéndose entre la jara florida, sestea la cierva bajo la coscoja y el rabilargo afana el nido en lo más frondoso de la copa. El cielo azul cobalto enmarca el vuelo del buitre negro, mientras el pico menor repica en la chopera. Levanta la brisa el olor de la retama y del cantueso mientras canta la rana en la charca, para entonces  la garza real, inmóvil, ya se ha convertido en piedra.



La dehesa es uno de los pocos ejemplos de bosque domesticado en el que su pariente primigenio cuenta con menos biodiversidad que la versión humanizada. Ha sido un proceso de siglos, de intentar obtener recursos en aquellas tierras más duras, a menudo de suelos esqueléticos y baldíos, que mantuvieron en pie el gran imperio de los Señores de la Lana, que trashumaban por toda la piel ibérica como lo habían hecho, desde hace milenios, los herbívoros buscando sus pastos. Fueron muchas las generaciones las que labraron con sus manos los bosques, las tierras y aprendieron a escuchar el susurro apagado de la madre Tierra y sus criaturas, desvelando aquellas prácticas que fertilizaban el suelo, que conseguían extraer de ella toda su riqueza pero sin agotarla, mimando cada uno de los detalles, para que al año siguiente, el milagro de la vida y la multiplicación volvieran una vez más.

 

 
Pero parece que nos hemos olvidado, que hemos dejado de escuchar las hierbas y los brotes de la encina, que hemos mirado a otro lado, cuando el bosque hueco se reseca, se pudre, se muere. Los factores socioeconómicos han cambiado, y ellos no entienden de rotaciones y de especies ancestrales, la rentabilidad y la producción no aguardan las vecerías y, los holdings empresariales, raras veces han cotizado con el trompeteo de las grullas.


Durante estas jornadas que, un año más hemos compartido con todos vosotros, gracias a nuestros amigos de Vivencia Dehesa y Natursierra, la experiencia de vivir la dehesa a través del conocimiento científico de sus procesos, de los usos y manejos ancestrales y del conocimiento de la cultura y las gentes que han dado forma a este estilo de vida. En una sociedad cambiante como la nuestra, también lo hacen los modelos de vida, y éstos se pueden acompasar y adecuar a la convivencia con este ecosistema bandera.

Hemos comprobado que otras formas de trabajar la tierra, el territorio y los recursos son posibles. Quizás el cortoplacismo no sea la receta mágica, pero tanto ayer como hoy, lo son el trabajo, el escuchar la tierra y el formar y contar con las personas que viven en el terreno. Por ello compartimos con todos vosotros las experiencias que aprendemos de todos ellos y agradecemos la labor filantrópica de todos los que contribuís de una u otra forma a que este proyecto siga hacia delante.

Resuenan las esquilas bajo el monte hueco, entre el rumor de los perros y los silbos del pastor. Hemos llegado un año más para la esquila de las ovejas, descubrir los oficios y secretos de este bosque milenario. Descubrir los rastros que se pierden en el espesor, reparar en el canto del ave, sorprender el vuelo del aguilucho lagunero campeando entre el cañaveral, acompañar a las merinas en su careo y sorprender el cordero nuevo, que nació con la mañana, es latir con todos ellos.


Cae la noche en la dehesa, mientras el cielo se viste de azabache. Refulgen con fuerza las estrellas dibujando el contorno festoneado de las encinas, en la charca se asoma tímida la luna, entre el croar de las ranas y lamento lejano del autillo. En la casa, resuenan historias pasadas, historias por otras gentes vividas que regresan a los  oídos, con las mismas palabras, reviviendo a aquellos que vivieron en la dehesa.



2 comentarios:

Katy dijo...

Una experiencia tan bonita que nos va a ser difícil olvidar. Gracias por hacerla posible. Un saludo

AAII dijo...

Ha sido una experiencia inolvidable. Me cuesta describir todas las sensaciones. Hemos podido comprobar cómo se puede explotar una finca sin dañar el medio ambiente y respetando la naturaleza, intentando dejar este planeta mejor de cómo nos lo hemos encontrado.
Enrique y Carmen han sido unos anfitriones de primera. Ha sido un placer estar a su lado, escucharles y aprender. La finca es un paraíso. Las actividades, enriquecedoras. El alojamiento y la comida, geniales. Y por último, el grupo ha sido maravilloso. Más no se puede pedir. Con ganas de repetir.