miércoles, 16 de abril de 2008

Abril


SANTA MARIA DE LA ALAMEDA ESTACION
Las juntas
Vegetación de ribera sobre suelo de encinar
y masas de repoblación de pino resinero.
Afloramientos de esquistos y granitos.
12:00h 15ºC

La llegada de tardíos chubascos y nieve ha revitalizado la cuenca del Aceña que recorre sus últimos kilómetros antes de unirse al Cofio, en el paraje denominado las Juntas. El terreno esquistoso con afloramientos de pizarras y algunos granitos, ha sido horadado por un profundo tajo, por cuyo valle discurre encajonado el caudal del río. Las cresterías ha sido repobladas a mediados del siglo pasado con pino resinero (Pinus pinaster) sobre los terrenos degradados del encinar, apenas algunos pies dispersos entremezclados con los más numerosos enebros (Juniperus oxycedrus) y torviscos (Daphne gnidium) son testigos de aquel bosque pretérito. La mayor parte del terreno flanqueado de urbanizaciones residenciales es pasto de las jaras (Cistus ladanifer) que se han adueñado de las laderas más pronunciadas. Por estos pagos revuelan los rabilargos, ocultándose tras el verde intenso del muérdago y es fácil observar en el suelo unas piñas devoradas por la ardilla. En el claro la cola roja del colirrojo tizón le delata al emprender el vuelo. En aquellos baldíos que dejan entrar la luz, comienza a desperezarse mojariegas, mejoranas y cañuelas entre los cuales ha instalado su cagarrutero la liebre. Verdean en la jara los brotes nuevos y tiernos, y comienza a abultarse los botones florales, ahora rojizos.
La vegetación más propia de ribera, se ve abocada a los pequeños meandros donde se el suelo, rico por el aporte continuo de materiales en suspensión que arrastre el agua, compitiendo desde la primera línea sauce cabruno (Salix caprea), chopos (Populus nigra) y fresnos (Fraxinus angustifolia), que muestran todavía sus amentos florales. Los majuelos (Crataegus monogyna) se mantienen en segunda línea allí donde el suelo no esta tan encharcado, cargados ahora de flores blancas y zarzales, ortigas, que aprovechan las zonas más nitrificadas del suelo. Donde la luz se filtra aparecen entre las piedras redondeadas los juncos de churrero, los carices, todavía secos, como viejas pelucas o los largos tallos de los ranúnculos, que pronto se llenarán de flores blancas. Sobre el fresno, un mito alza su cantó.
Los rabilargos cruzan por un momento el cortado con sus graznidos característicos, mientras en su posadero el mito, canta largas parrafadas.
Entre las oquedades de los peñascos corretea la lagartija entre las sartenejas, los ombligos de Venus y los altivos berceos. Un poco más allá, sobre el marrón esquistoso, brilla el verde intenso del lagarto.
La unión de ambos ríos es breve. A la salida de un meandro, entre las paredes casi verticales del cauce, se abre un poco y abraza las dos aguas que corren juntas hacia Valdemaqueda.
Entre esas rocas florecen pequeñas y delicadas joyas como el narciso pálido (Narcisus palidulus) o el narciso de roca (Narcisus rupicola) o otras menos delicadas como nueza negra (Tamus communis), los culandrillos o hiedra.
Un búho real ha establecido sus cazadero, al mismo borde del camino, donde su área de campeo nocturno es más expuesta, pero libre de obstáculos. Por lo contundente de sus egrópilas, no le va mal con su estrategia. Otro noctámbulo es el tejón, que deja sus excrementos al borde del camino, en una pequeña letrina, los caparazones quitinosos hacen que sus heces adquieran una apariencia brillante y fraccionada.
Un par de orugas se mueven entre la hierba, soñando con la metamorfosis que ya lucen algunas Inachis io que con sus vistosos colores se alimenta de la ortiga o la Lasiommata megera que lo hace de la espiguilla.
Tras pasar la depuradora el camino se ensancha en una pradera verde, antaño huertas que sacaban el beneficio a la escasa vega del río, hoy se cuaja de flores, dientes de león (Taraxacum officinale), margaritas, gordolobos (Verbascum pulverulentum), y escaramujos todavía desnudos. También concentramos alguna seta reseca. En el seto intrincado de zarzas corretea el petirrojo rebuscando entre las hojas, en la cercana chopera, con sus brotes rojizos y sus largos amentos sexuales, es el chochín quién destaca en el fuste del árbol.

Sobre la loma donde florecen diminutas orquídeas, perduran los restos olvidados de una antigua calera, con varios pozos y un horno de cocer tejas y ladrillos. Algunos afloramientos de caliza del Cuaternario sirvieron para esta pequeña industria, que continua al otro lado de la vía. La piedra caliza era deshidratada en los hornos para transformarla en cal que se empleaba desmenuzada y rehidratada para desinfectar y enlucir casas y cuadras.

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