domingo, 1 de julio de 2012

La primavera entra a trompicones

Comarca de Santa María de la Alameda
Primeras semanas de junio















Flor de la jara(Citus ladanifer)

En las montañas, la primavera se hace de rogar, pero cuando a primeros de junio llama a la puerta, entra a trompicones llenándolo todo de aromas y colores en apenas unas semanas, un espectáculo efímero que durará solo hasta que el sol se afiance en lo alto y comience a agostar los collados y laderones, dejando escasos reductos a su influencia en las vaguadas más frescas o las umbrías más húmedas, pero sin duda es la ÉPOCA, con mayúsculas, para disfrutar de la sierra. Le faltan horas al día o días a esta breve primavera para disfrutarla entera, para pasear con nuestros amigos del Club de Senderismo de Santa María de la Alameda por las praderas herbosas, salpicadas de rodales de robles melojos de La Lastra, y con suerte descubrir el vuelo majestuoso del águila real. O improvisar una romántica cena a la luz de la luna en la misma cumbre del monte San Benito.

Amanecer, viendo como la luz se derrama poco a poco por los valles, cubriendo encinas y enebros y extendiendo sus tentáculos entre las copas oscuras de los pinos. Sorprender en nuestro caminar entre el aroma de mejoranas, cantuesos y jaras el trote simpático del conejo o a la joven lagartija colilarga, que tras su muda, parece, extraño alienígena entre la pinocha parda. Y el azulado guardián, el rabilargo, apenas vernos, dará la buena nueva, a todos los esquivos habitantes que compartes estos pagos.

Pasear por las orillas cantarinas de los ríos y arroyos, con el canto de las oropéndolas y los ruiseñores, mientras las truchas dibujan trazos imposibles en el agua o pasear por los laderones cuajados de flores blancas y el profundo olor de la jara y el cantueso que enerva los sentimientos más camperos.

Sestear a la sombra balsámica de los pinos y contemplar las azufradas ventiscas de su polen, que cubren de dorado sedimento, el verde renacido del pasto, mientras nerviosos los herrerillos, los pinzones o los carboneros corretean por sus copas.

Si se es cauteloso, quizás descubramos en el prado, a la corza con su corcino recién nacido, que se esconde bajo la sombra florecida del majuelo.

Y al anochecer, cuando el sol ha cedido un poco, pasear entre la paramera tornada en amarillos, entre el vuelo nervioso de las ultimas totovías y collalbas grises, para contemplar el sorprendente espectáculo del ocaso, de malvas y naranjas difuminados, cortados por el vuelo impertérrito del abanto. Y poco a poco se volverán los naranjas azules y los morados tendrán la negrura del azabache, y entre el azabache brillarán, poco a poco los luceros de la noche y el aroma de los piornos, nos acompañará de vuelta por el camino, que compartimos con el zorro.

La banda sonora de nuestros pasos la pondrán los grillos y a lo lejos, en el bosquete el cárabo.


Flor de retama negra
(Cytisus scoparius)

Lagartija serrana (Lacerta monticola)




Macaón (Papilio machaon)
 
 

Azulejos (Centaurea triumfetti subsp. lingulata)

Ortiguera (Aglais urticae)
Compañón (Orchis morio)

Majadal

Pinar albar

Ganaderia Extensiva

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