martes, 10 de julio de 2012

Placeres de verano


8 de Julio 2012
La Estación (Santa María de la Alameda)















Para disfrutar el verano, cuando el sol golpea con fuerza, hay pocas cosas más agradables que un suave paseo por la vega del río. Un paseo entre las copas fragantes de los pinos negrales, resinosos, rezumantes, que salpican el camino con sus pequeños piñones alados. Compiten en fragancia con las jaras, que brillan bajo el sol por sus exudaciones de ládano, son el preludio aromático interrumpido con el juego de sombras que dibujan sus copas en el suelo, quizás el vuelo estrepitoso de una torcaz o el más estruendoso del rabilargo, nos rompan este estado de ensoñación.

No tardamos en acompañar el sonido relajante del agua oscura, que se desliza entre las rocas redondeadas, blancas, curtidas por el sol, allá donde el abrazo de la floresta no lo ahoga en un verde abrazo de bardagueras, fresnos, chopos, de donde apenas si se escapa el suspiro melodioso del ruiseñor o la flecha amarilla de la afanosa oropéndola.

Sabremos encontrar entre nuestros pasos, las ruinas evocadoras de olvidados ingenios de madera, relegados a zarzas y ortigas, donde anida el estornino o merodea la garduña en las noches más oscuras, como oscuras son algunas de las leyendas que atesoran estas piedras.

Solearse en una pradera de cervuno, mullida, como una alfombra persa, es un lujo al alcance de muy pocos, refrescando los pies en la corriente cristalina. Los cardúmenes de pequeños peces, recorren del charco de acá para allá en frenética carrera. Con calma pronto descubriremos los alevines de la trucha arcoíris, tan característicos por, como pequeños dálmatas, tener el cuerpo salpicado de pequeñas motitas negras.

Canta a coro las jóvenes ranas comunes, escondidas entre las pamplinas de las orillas, una melodía en crescendo

El cielo azul intenso del verano, arrastra tras de sí el vuelo majestuoso de una pareja de buitres negros, que se dejan deslizar sin esfuerzo, hasta perderse en los confines de la vista.

Regresamos, poco a poco, sin esfuerzos, a la pineda sombría, alejada del agua, salpicada de carrascas y mejoranas, donde los jóvenes lagartos ocelados, corren alocados, a esconderse desde su soleado puesto, sin adornarse si quiera un poco, para lucir tan espléndida librea. El Sol se encarama a su cenit, y nosotros ya nos sombreamos en las primeras calles del pueblo.

-¿Un vinito?

-Porque, no.

Baldíos cubierto de enebros y escaramujos

Muérdago del enebro
(Arceuthobium oxycedri)

Flor del Cardillo
(Cynara cardunculus)

Bosque de Galería

Pandora
(Pandoriana pandora)

Brote de bardaguera
(Salix atrocinerea)

Pote resinando

Tenada de ovejas

Interior de la tenada

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