lunes, 2 de julio de 2012

Si no puedes con tu enemigo, únete a él.



La senda de las pedanías (Variante)












Para inaugurar el verano, no faltó el calor en la Ruta de las Pedanías. Tras recorrer el breve trecho que separa Santa María de Navalespino, comenzamos una suave subida a las cumbres alomadas cubiertas de piornos e hiniestas florecidas. Ya las primeras collalbas grises hacían de las suyas de acá para allá.

En el laderón de la Aldea, encontramos resto de metralla que nos sirvió de pie para hablar de la Guerra Civil y de los numerosos restos que podemos encontrar en la zona.

Disfrutamos en Las Herreras, de un clásico desayuno campero, retomar fuerzas y emprender el descenso siguiendo el curso del río bajo la atenta mirada de un milano real.

El sol apretaba con fuerza y recibir la sombra de los sotos del Cofio y el aroma del heno recién segado fue un verdadero placer.

Las ruinas del Molino del Tío Madejas nos adentraron en el oficio del molinero y las anécdotas curiosas que encierran estos muros.

Los estruendosos rabilargos rompían en bucólico caminar a la orilla del río o las veloces piruetas de golondrinas y vencejos que evolucionaban bajo los arcos de puente Recondo, de más de cincuenta metros de altura.

Lo extremado de las temperaturas, requería una variante algo más corta y sobre todo, menos expuesta al sol de las horas centrales del día.

Un descanso en una de las terrazas del Pimpollar, para continuar entre el olor balsámico del ládano de las jaras y la resina del pino negral.

Nos adentramos en las faldas cubiertas de enebros de la miera, pies aislados de encina o matas floridas de mejorana donde corretea al conejo y altanean los busardos. El calor cae de plomo y las vacas en sus majadas sestean estoicas entre las moscas, solo las jóvenes lagartijas colilargas, parecen agradecer lo elevado de las temperaturas, soleándose en cualquier claro del camino o roca bien expuesta.

Retomamos de nuevo la compañía de los pinos, para bordear entre sombras y claros las faldas de la montaña, para ascender por el vallejo de la Alameda, por un sendero de suave pendiente que ofrece un bella vista sobre el arroyo.

Poco nos queda ya, salvo disfrutar del verde oscuro que han adquirido los robles melojos de los prados de los Corrales y las imponentes vistas que se abren ante nuestros ojos, como señores de las cumbres.




 

Iglesia, Santa María de la Alameda
Casa con jardín, Santa María de la Alameda

Pinar negral con jaras florecidas

Molino nuevo, o del tío Madejas

Estrias de la pierdra de moler solera
Vaca avileña ibérica negra

Pequeño puentecillo sobre la regadera

Puente Recondo

Prado de siega


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